
En la Comunidad Valenciana, las Depresiones Aisladas en Niveles Altos (DANAs) han dejado de ser eventos meteorológicos esporádicos para convertirse en una amenaza recurrente, intensa y peligrosa. Este fenómeno, caracterizado por precipitaciones súbitas y torrenciales, ha impactado de forma grave a lo largo del litoral valenciano, especialmente en áreas como la Ribera Alta, la Safor y la Vega Baja. Las consecuencias se traducen en millones de euros en pérdidas, interrupciones de servicios esenciales y, sobre todo, un daño estructural profundo sobre las carreteras e infraestructuras viales.
El desafío ya no es solo resistir los embates de la naturaleza, sino repensar desde sus cimientos cómo reconstruimos lo que se destruye. Y es ahí donde cobra protagonismo un concepto que debería ser central en la política pública y en la ingeniería civil moderna: la innovación en la reconstrucción de carreteras.
Qué ocurre durante una DANA y por qué sus efectos son tan destructivos
Las DANAs se producen cuando una masa de aire frío queda aislada en altura, generando una inestabilidad atmosférica severa. Cuando esta inestabilidad entra en contacto con el aire cálido y húmedo del Mediterráneo, especialmente en otoño, se generan lluvias de carácter torrencial. La acumulación de más de 200 litros por metro cuadrado en pocas horas no es una excepción, sino una realidad que ha ocurrido en múltiples ocasiones en Valencia.
Estos volúmenes de agua desbordan sistemas de drenaje, arrastran vehículos, erosionan taludes y destruyen el firme de las carreteras. No es solo una cuestión de inundación, sino de degradación estructural de la infraestructura: puentes colapsados, cunetas desbordadas, capas asfálticas levantadas por la presión del agua subterránea y cortes de circulación que dejan aisladas zonas rurales o urbanizaciones enteras.
Ante este panorama, simplemente reparar ya no es suficiente. Hay que reconstruir mejor. Y eso implica incorporar soluciones tecnológicas, diseño adaptativo y nuevos materiales.
La necesidad de cambiar la forma en que se diseñan y reconstruyen las carreteras
Valencia necesita un nuevo enfoque frente a la infraestructura vial. La reconstrucción posterior a una DANA no puede seguir anclada en modelos clásicos de reparación rápida, basados en parches temporales y materiales convencionales. El reto exige una transformación en la mentalidad técnica y administrativa: aplicar principios de resiliencia, sostenibilidad y durabilidad desde el primer plano hasta la última capa de rodadura.
Esto es especialmente importante en carreteras comarcales, vías rurales y accesos a polígonos industriales, que suelen quedar fuera del foco de inversión, pero que cumplen una función crítica durante emergencias. La innovación en la reconstrucción de carreteras debe centrarse en dotarlas de mayor resistencia al agua, menor dependencia de intervenciones frecuentes y mejor integración con el entorno.
Entre las soluciones más prometedoras se encuentran:
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Pavimentos drenantes que reducen la acumulación superficial de agua y evitan el efecto de “acuchillado” del firme.
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Geotextiles y geomallas que refuerzan la base de la carretera, mejorando su estabilidad ante la erosión y los movimientos del terreno saturado.
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Sistemas de alerta temprana y sensores embebidos que monitorizan en tiempo real el nivel freático, la presión del agua o la temperatura del asfalto, permitiendo detectar fallos antes de que se produzcan.
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Drenajes subterráneos con mayor capacidad y mantenimiento automatizado, especialmente en zonas con alta pendiente o en ramblas naturales reconvertidas.
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Uso de mezclas asfálticas recicladas o inteligentes, que pueden autorrepararse ante microfisuras o responder de forma flexible a cargas extremas.
Estas técnicas ya se aplican en países del norte de Europa, Japón o incluso en zonas de Estados Unidos afectadas por huracanes. Su implementación en Valencia no solo es viable, sino necesaria.
Casos recientes en la Comunidad Valenciana que exigen un cambio de estrategia
La DANA de septiembre de 2019 dejó una huella especialmente trágica en la Vega Baja. Municipios como Orihuela, Dolores y Almoradí quedaron aislados por carretera durante días. Algunas vías quedaron inservibles, no por falta de mantenimiento, sino porque no estaban diseñadas para soportar el tipo de fenómeno que ahora se repite con más frecuencia.
En 2021 y 2023, nuevos episodios volvieron a afectar zonas como Gandía, Alzira y Sueca, confirmando que los daños ya no son casos aislados. Cada vez que una DANA azota, el coste de reparar una carretera se multiplica, y lo peor es que muchas veces se repara con las mismas técnicas que fallaron anteriormente.
Es ahí donde la innovación deja de ser una opción técnica para convertirse en una obligación moral. No tiene sentido seguir destinando recursos públicos a reconstrucciones ineficientes. Hay que apostar por soluciones inteligentes, duraderas y adaptadas al cambio climático.
Cómo puede liderar Valencia este proceso de modernización vial
La Comunidad Valenciana cuenta con universidades, institutos tecnológicos y empresas constructoras con capacidad para implementar soluciones de vanguardia. La clave está en la coordinación entre administraciones, la planificación anticipada y la incorporación de criterios técnicos modernos en los pliegos de contratación pública.
Además, la colaboración público-privada puede acelerar la aplicación de tecnologías innovadoras, probando nuevos materiales en tramos piloto o desarrollando sistemas de mantenimiento predictivo con inteligencia artificial. Incluso el uso de drones para inspección post-DANA o de gemelos digitales de las infraestructuras pueden ofrecer ventajas importantes en tiempos de reacción y evaluación de daños.
La inversión en innovación en la reconstrucción de carreteras no solo reduce los costes a largo plazo, sino que genera empleo técnico, mejora la seguridad vial y refuerza la confianza ciudadana en los servicios públicos.